Todos conocemos al orégano, particularmente, por sus usos culinarios. Es una hierba de origen mediterráneo, específicamente griego, que habita en climas templados, con sol abundante y suelos de muy buen drenaje. En condiciones ideales alcanza a vivir hasta 2 años y se cosecha en la mayoría de los casos, por sus semillas. Sin embargo, las hojas del orégano son también de importancia culinaria. Aunque menos conocidas y de un sabor algo diferente, añaden un toque especial a comidas como pizzas y pastas. Sus semillas son muy pequeñas (menos de un milímetro de diámetro), lo cual hace difícil su manipulación. No se acostumbra a enterrar las semillas de orégano en la tierra o el medio de cultivo, simplemente se ponen en la superficie y se presionan gentilmente con el dedo. Su germinación es relativamente demorada comparada con otras plantas como el tomate, aunque normal para hierbas de su misma índole. Se demora entre 15 días y un mes. Posee hojas ovaladas y un tallo de un matiz morado, las variedades que más se cultivan (en jardines y a manera de huerta casera) son las que proporcionan un “slow bolt”, es decir, que la planta se demora en desarrollar sus semillas. Ya que, cuando la planta logra producir semillas, el sabor de las hojas se torna de un amargo desagradable. Es ideal para que la cultiven en su casa, pues es una planta de bonita apariencia y olor muy agradable. Se desarrolla muy bien en medio hidropónico, aunque, si la siembran en tierra, por favor manténgala en macetas, pues es un vecino de crecimiento muy entusiástico y pronto en condiciones ideales, tomaría posesión de su jardín. El orégano además, es una especie con varios usos medicinales y atrae insectos benéficos (razón principal por la que decidí sembrarlo), además, las hojas frescas son algo difíciles de conseguir por lo que se podrían lucir en la cocina.